domingo, 22 de noviembre de 2015

Prologo CÍRCULOS ACUARIOS


CÍRCULOS ACUARIOS

He conocido pocas, pocos, como Taty Torres Díaz. Me refiero a su obstinada búsqueda, a su – a veces, supongo- dolorosa búsqueda de la palabra que diga, que sepa decir. Su libro De Rokha en mis círculos acuarios es una ocasión que la autora se regala a sí misma para ejercer esa obstinación.  Creo que el volumen todo –la idea de diálogo con el autor de Canto del macho anciano-  no es sino un pretexto para convocar en la palabra esa posibilidad, esa entrega, esa exigencia.

Entre las muchas cosas que podemos decir de la poesía es que es una manera de limpiar la palabra de tanta adherencia mezquina, hipócrita, falsa, superficial, ligera, engañosa. Y podemos seguir y seguir. La poesía, digámoslo sin pudor ni vergüenza, es el esfuerzo por devolverle  su pristinidad y su verdad. Y este libro, más allá o más acá del diálogo que establece la autora con el autor de Los gemidos, es un diálogo que basa su raíz en ese afán.

Taty Torres interroga, suplica y se rinde a la otra palabra, a la palabra derokhiana, y a mí se me ocurre una diáfana y a veces desgarradora auto-indagatoria. La palabra, la poesía: algo que no alcancé a oír// temo a tu olvido/ al no sé/ al tal vez// respiré tus brotes// extiende tu mano/ para alimentar mi fogata/ no para que lea tu muerte// tu cuerpo lleno de reflejos.

La palabra.
La poesía.
La   palabra que atravesó mil círculos y se hizo De Rokha.
Y que ahora,  con persistencia, honestidad, pasión, humildad y convicción se hace Taty Torres Díaz, haya lobos, piedras o nada en el camino.

                                                                                                                                  Omar Lara

Portocaliu, 30 de septiembre de 2015.


DE ROKHA EN MIS CÍRCULOS ACUARIOS




 ENTRE TUS GRANDES MANOS

Tengo un gesto inmóvil de estampa de provincia
cuando te pienso
cuando te sueño hombre de Rokha.
Mi humedad me delata
soy semilla ardiente.
Sé que vas pisando cadáveres de amantes
pero pablo
pablo
yo soy la niña de las tonadas
la que tiene la soledad llena de soledades
incubo en los senos inocencia de flor.
En el verdor palpita la geometría de mi cuerpo
que es el tuyo
y soy entre tus grandes manos
greda morena, triste de aves azules













ERES PARA MÍ

Eres para mí
como dios en la negra botella de los cielos
y duele
me dueles
cuando soplas sobre mi flor esa palabras tuya
que me desgrana.
Quisiera gritar
y mi voz no sale
ay de mí
la idea muere en el borde de tu sombra.


















MI AMOR

Estás solo contra la luna Pablo mío
Pablo de otra
mi delicada lengua te unge
mi amor te muerde como un perro de oro


























EL SUEÑO

Tuve un sueño Pablo
mi cabeza era ungida con aceite
pero no estabas para decir
que mis cabellos huelen a tonada oceánica
Me sumerjo en la tristura
y mi corazón tiene la forma de una lágrima
y pongo ojos
y gritos de nostalgia.
Soy la niña
tu niña llena de fiebres
hecha para amarrar estrellas en desorden


















Y TUVE MIEDO

Ligera como el viento
respiré tus brotes
cuando te balanceabas de los sauces
allá en Licantén.
Respiré la terquedad de  tu boca
y tuve miedo Pablo
te vi arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido
y me amaneció una grieta en la voz.
En ese tiempo
eras un macho-santo ya desorbitado
tu cuerpo goteaba lloros
y mi vientre de niña melancólica
era sacudido por ti.














TU VOZ

Una fuga en el sonido
y vino tu voz
como el veneno por la mordedura
como trueno vino
y vibro mi humedad.

























DOLOR DE ROKHA

Viniste a mí
con la palabra agusanada y el corazón lleno de cipreses
a enredarte en mis espinas.
Te vi
eras solo contra la luna
como demonio erizado eras
con la herida recién nacida
goteando dolor.
Voy a abortar un mundo decías
hay que abrir el corazón y soltar la cigarra.
Pablo-mío
Pablo-niebla
sujeto tu ilusión como un pájaro rojo
y tatuado te llevo
en mi tronco de sauce triste.














TE BEBÍ POR LAS HERIDAS

Bebí de ti mi escurridizo Pablo
por las heridas te bebí
arañáronme los cantos la congoja y el vientre.
Huele a muerte tu poema hombre de Rokha
a tormentas huele.
Jirones de palabras en tu boca
tu boca que ya no me besa
tu boca
que no besará a nadie nunca más.




















FUISTE TÚ

lo sé
el huracán del amor nos arrasó antaño
y fui yo
y fuiste tú de tristeza en tristeza.
Tengo el corazón como granada dijiste
rojo
eternamente rojo
por el
corre sangre, corren caballos negros
corren sollozos, corre muerte
Ay mi macho anciano
tengo un incendio en la entraña
y un rumor de golondrinas en la sangre.















SÍ SEÑOR

Sí señor
soy la morenita de los grandes ojos tristes
y te invoco
en esta soledad que me tiembla.
Soplo suavemente tu vela
y la oscuridad triste llena mi tierra estéril
te nombro en mi noche
pablo
pablo
Tú sonríes
no hables tan alto dices
mi aromática violeta campesina
mengua para mí
entonces cambia mi mundo
y todo lo que vive en ti es para siempre
y el fanal de tu voz
lo ilumina todo.












SIN RUMBOS

Mis piececitos como flores de copihue
perdieron su rumbo
corro sobre una alfombra bordada de espinas
y grito tu nombre
y tu verso.
Tu voz de pájaro herido flota en el infinito
y yo aquí
herida de sueños
y tú allá herido de muerte.




















PEQUEÑO SOL

Soy un sol, un pequeño sol
fascinando a tu cuerpo
un sol de pechos duros como nido de perdices
con gritos que escapan por hendijas
con el vientre henchido de luces
un sol de caderas amansadas
y un ancho olor a rosas amarillas.
Tus palabras han salpicado mis ojos
se quedan a vivir en mis rincones secretos
rincones de sol
y me arde el tajo profundo
y me arde la cicatriz
cuando dices
que de quererme se te ha puesto el alma triste
y extranjera como las hojas marchitas.














SUFRO POR TI

A la sombra, ay!, a la sombra de estos sauces melancólicos
descansara yo
soñado macho anciano
exhausta
exhausta.
Sufro por el fuego funerario que veo en ti
por la ceniza
que cubre tu cara transparente.
Resplandece otra vez
moja tu labio en mi boca
y lluévete
lluévete en mí.
Te presto el corazón
duerme en él
y regálame tu olor a maleza
antes que llegue la tarde de los huesos molidos.


viernes, 17 de abril de 2015

viernes, 3 de abril de 2015

DIARIO ANTERIOR


Invierno de 1966        

Por la mañana muy temprano mi madre recoge hierba buena para limpiar las entrañas de un cerdo.
El agua hierve.
Tengo miedo, el hombre del cuchillo me mira y hace un gesto. Tiene las manos con sangre y deja un charco que lentamente se coagula.
El cerdo cuelga de una viga, sus patas rozan el suelo.  Dos palos atravesados en el vientre muestran un vacío. El corazón ya no está. 
Mi padre me contiene dentro de la casa pero no puede evitar que sienta la muerte flotando.
Tras el cristal, ella (mi madre) cubierta con un delantal de margaritas me mira y sonríe. Con sus manos hundidas en agua sanguinolenta me parece una reina. 
Usa un lenguaje-canción para hablarle a su pequeña mariposa. 






 Verano de 1970    

Mi padre labra la tierra con su azada, yo juego a esconder semillas, mi madre las moja con versos de agua y reímos hermana, reímos bajo el sol que nos ciega.       
Ella acomoda mi cabello pero los risos rebeldes como animalillos negros escapan.
Mis manos buscan tesoros en los surcos que abren; algún trébol, un diamante olvidado por los duendes o pequeños trozos de luna que ojos miopes no pueden ver.
Recostada en una orilla me duermo con el pan carcomido entre los dedos.        
Rin, nuestro perro cansado duerme también.      
Es menguante y hay música en el aire.
Que bello recuerdo, aun siento el olor a húmedo, el palpitar de las semillas y la dicha de esas manos francas.





 Otoño de 1996


¡Que oscuro se ha vuelto mi cuerpo!
Soy un ángel medio ciego
¡Ay corazón! Ya no amas, no sueñas, no ríes. Tu fanal tan lleno de luciérnagas no alumbra
¡Tierra, recibe mi cansancio!
¿Quién te corta las alas colibrí?  ¿Quién te vuelve cobarde?
Amiga, se seca mi sangre, mi puño, mi voz. Ya no queda humedad.
Las madrugadas llegan cargadas de pesar.
He aprendido a ocultar los pensamientos hasta de mis ojos.
Quise encender la lámpara en mi noche y con el corazón de niña acercarme a dios, pero mi espíritu atrapado por algún genio maléfico se descomponía y la comisura de mis labios solo entregaba muecas.





Primavera del 2005

A los cuarenta y cuatro años la belleza anido en mi reflejo y se llenó de gorjeos el corazón
¡Un niño! ¡Un niño!
Con algo de mi sangre, con algo de mi carne.
La tibieza de su abrazo alegrara estos ojos enigmáticos.
Cuando pensé que la felicidad era todo lo que había vivido (o perdido) vino a mí.
El peso de las sienes se aligera y nueva savia circula por las venas.
Voy a plantar violetas   -me dije-   para celebrar la vida y ensayar sonrisas y preparar el pecho de mujer solitaria para acunarlo.
¡Un niño! ¡Un niño!
Vendrá a desordenar los sueños con su mano regordeta  y pondrá sonrisas cuando los años me descascaren y la juventud solo sea un recuerdo sin sabor.




la poesia alcanza para todos

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domingo, 29 de marzo de 2015

IMÁGENES EN ACUARELA (del libro "Antologia poetica Jueves Sera")

Madre, ¿recuerdas?
¿ Recuerdas mis días de niñez?
De conejos asomados en la madriguera
y mejillas con chocolate.
Dolían en la frente las gotas de otoño
como agujas, como dolor del mundo.
Sobre el parque caía la lluvia
sobre el duende del agua dormido en la cascada.
Mi mano de insecto acarició un clavel,
rojo farol, mordisco de aire.
En ese tiempo, madre, aún no pesaba la sombra
y en el silencio húmedo de la jungla de cemento
rondaba lo inefable.
¿Te acuerdas? cuando sumergida
en olores hasta el hombro
con pollera de percal
miraba la puerta del mercado.
En el bolsillo, trozos de luna alumbraban mi inocencia.
Luciérnagas entretejían colores en la pérgola
y un ratón blanco devoraba el tiempo.
Humeantes caldos despertaban la papila curiosa
y un almibarado sentimiento goteaba de la boca,
aún sin recovecos.
Sentadas, esperamos la explosión de sabores
en la lengua traviesa.
Iban y venían las mujeres en su afán
adornadas las manos con manteles, sonreían.
Las dos miramos con codicia, madre,
el amor que humeaba en el plato.



2.-

Al momento de los helados
íbamos a la plaza que tenía una torre
(no es la suya, señor Machado)
en esta torre, una niña
con su silencio de puerta cerrada.
Era verde la hoja que flotaba en la pileta
naranjo el pez
amarilla la falda de la gitana.
En ese tiempo, nada tenía sombra.
Sonaban las campanas de la catedral, era media tarde,
las palomas levantaban vuelo,
las arañas se escondían en un rincón.
Ceres, con su rostro desnudo
observaba mi infancia de zapatos gastados.
Se enredó en tu trenza el olor a primavera, madre,
en la punta de los dedos las flores del tilo
y en un peldaño de la glorieta, la niña que fui
te miraba con su silencio.
Madre ¿recuerdas? ¿Recuerdas,madre?
Cuando esperábamos juntas en la estación de los anhelos.
Con hambre de futuro
protegidas por un mural.
¿Cómo se llama? no sé dijiste y soñamos.
Mi mano olvidó el pan y las vísceras gimiendo
cuando el bruñido gigante se acercó.
Yo creía que en el vientre de esa oruga cabía el amor del mundo.
Sentada a mi lado guardabas en el bolso algún recuerdo
y besaste mi mejilla con dulzura de hiel.
Añoro el tiempo de la mano diciendo adiós
mi asombro de niña hermanado con la locura
y el aroma a libertad .
Madre, yo no sabía
que llegaba tu olvido en el último tren de la tarde
no sabía.


3.-

Tenía en el balde semillas de peces
las trajo para mí el hombre-salitre.
¿Recuerdas, madre, recuerdas?
Ese mar lleno de risas y estrellas
la vendimia de soles
el cesto rebosante
y la blanca arena, como un vientre
esperando lo salado.
Íbamos en bote
te gustaba sentarte con los pies afuera
batir el agua
y descansarlos después sobre los húmedos pastizales.
Tenías la cara levantada hacia el sol
y en los ojos
una nota de melancolía.
Aún oigo el remo rompiendo el agua
el graznido de la gaviota arrogante
y el rugido de las piedrecillas cuando el bote encalló


4.-

Caminamos por un dulce sendero
tu estatura de oro me ocultó del sol
íbamos cegadas
siguiendo el rumor de la brisa
que jugaba en tu vestido.
Mis pasos pequeñitos
parecían puntadas sobre la alfombra verde
y tus dedos, madre,
tus dedos apartaban esa espiga perdida,
larga y amarilla
que buscaba mi cuerpo,
mi corazón.
Aquella tarde de febrero, el amor
nos tomó de la mano,
tuvo piedad de mi tristeza de niña
y tu orfandad.


5.-

Voy dormitando en tu regazo
observo tu cuello de cisne, inclinado,
tu mirada perdida.
Enséñame madre, enséñame
a descifrar el zumbido de tu pensamiento
antes de terminar el viaje.
Mi dedo en el vidrio, dibujaba mariposas
y mi oído
apegado a tu corazón pedigüeño
me decía
que había golondrinas golpeando el cristal.
Entrecierra ahora los ojos, madre,
recarga tu mejilla en mi negro pelo
y deja que escurran sobre tu mirada
las doradas imágenes del atardecer.



6.-

Y aquella mañana todo fue azul,
azul la inocencia
y los últimos deseos del verano.
Buscaba yo el color perfecto
para pintar mi infancia teñida de negro
y tropecé con el azul de tus gestos
cuando esponjabas tu pelo.
La careta del invierno
empezaba a dibujarse en tu rostro,
pétalo de rosa alguna vez.
Nos sentamos frente a frente, ¿recuerdas?
los grillos daban conciertos
tras la ventana
y nos llovió un sentimiento azul.
Mis ojos de aceituna te miraban con asombro, madre,
a mis seis años
eras el aire,
el cielo sin sombras,
la princesa encantada que recogía
tomates en la huerta
y yo
tu mariposa que llegó con el viento sur
una tarde de octubre.


7.-.

Todo debía ser en hileras,
en perfectas hileras el tomate y el cilantro
como tic-tac del reloj
tú adelante,
yo siguiendo tus pasos, madre,
de sueños la huerta hecha,
de canto,
de alegría.
Me gustaba la brisa tibia,
el olor a verso de tus manos
cuando cavabas la tierra
y ese aroma en el aire, a verde;
en ese tiempo, yo,
tu niña
era todo ojos
todo boca
para comerme al mundo.
Así eran nuestras tardes ¿recuerdas?
mis pies en la tierra,
las manos escarbando entre el cerezo,
tu cintura de espiga,
el sudor como cofia
y las mejillas
roja carne asoleada.




8.-

En ese tiempo manaba de mi ser
una cierta tristeza,
un gris, que aún ahora me atormenta,
tenía miedo que el invierno
trajera de regalo violentos oleajes, madre
y envolviera con su nieve
mi río sediento.
Lo hablamos bajo el ciruelo,
envueltas en el aroma de la fruta.
En el árbol, dijiste,
también habrá naranjas amargas
mi triste colibrí.
Bajo tu sombra me dormí,
bajo tu figura quemada por el sol
aquella tarde amarilla.