domingo, 29 de marzo de 2015

MEDITANDO CICATRICES


Escribo desde la cicatriz que dejó la historia
desde antaño cabalgo sin alas
porque los ángeles son hombres
porque Dios es hombre
robó mi divinidad.
Desde la marca que dejó el ayer
le hablo a la de voz profunda
que quiere gritar
después de centurias de silencios.
Queremos perfección
eliminar las líneas que nacen en el rostro
el paso del tiempo en el vientre.
Nos ofrecen resultados inmediatos
y olvidamos los surcos de nuestra historia
las quemaduras allá en Salem.
Han sido días muy largos
somos miles las que esperamos
una intervención quirúrgica
que nos devuelva sangre y honor.
En sus pequeñas habitaciones nos llamaron impías
herejes.
Desde el púlpito
levantando el cetro de poder nos mutilaron.
Desfiguradas yacemos
apenas alumbradas por una luz mortecina.
En la noche de los orígenes
el verbo ya no fue.
Fuimos preferidas por la naturaleza
dotadas de sabiduría.
Aberración
tanto poder no debía permitirse.
En su afán por anularnos
cocieron nuestros labios
con el hilo de sus ideas
dejaron fisuras para alimentarnos de vacío.
De tanto padecer
empezamos a soñar con manjares filosóficos.
Nos han intervenido
maquillado el cuerpo
infringido nuevas marcas
pero necesitamos agujas muy gruesas
que traspasen las capas de vida
y regeneren el alma.
Ahora miro mis cicatrices desnudas
me cansan
tiendo la mano
trato de aferrarme a un territorio conocido
quizás a otra cicatriz.
Este cuerpo, tan mal interpretado
donde se han escrito historias
se sintoniza a un lenguaje misterioso.
La suave línea aterciopelada
que une el ombligo al pubis
la alegre sutura que atraviesa el vientre
los pezones curtidos.
La pronunciación del cuerpo es una bendición.
La obsesión por las formas desaparece
las texturas se vuelven perfectas.
Este nuevo dolor que se escribe en la carne
es voluntario.


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